lunes, 16 de abril de 2018

Jessica

Muchas veces los sucesos más inesperados ocurren en un pestañeo intrépido de la desesperada vida, donde aquellos contados segundos se convierten en historias eternas de esperanzadas almas, y sólo aquellos que saltan al vacío sin una pizca de miedo en su mirar se convierten en orgullosos poseedores de la verdad del mundo, una verdad que solo les pertenece a ellos y que sin importar las tentaciones de lo terrenal sólo deben ser contadas a singularidades que hallan experimentado tal fenómeno. Sí eres un valiente que ha retado lo inesperado y lo común, eres bienvenido a esta historia, un fragmento de pasión real, como sí de un libro se tratara. 

Todo inicia en una ciudad delimitada por la línea ecuatorial, famosa porque todos sus días eran veranos eternos, haciéndola favorita entre las personas del mundo terrenal o incluso por algunos del mundo astral, dicha ciudad poseía un mar de incontables formas, tanto que ninguna ensenada se parecía a la otra, ni en la forma de su arena ni en la profundidad de sus aguas, esta variedad de mares estaban delimitadas por una montaña nevada, que las regaba a diario con la más pura agua dulce, y en combinación con lo salado de los océanos era una experiencia para el paladar que todos añoraban probar. En este lugar es dónde un hombre caminaba a diario sin el afán de las metrópolis, con el único propósito de vivir una vida placentera y recolectar historias eternas que nunca serían contadas. Mientras desde el exterior una mujer con el sueño de explorar lo desconocido, da sus primeras pisadas en la ciudad de la multitud de mares; llena de esperanzas e ilusiones inicia una travesía que la llevará a conocer la verdad del mundo escondido, y entre las notas de sus libros descubrirá que aquello que sus ojos contemplan no se compara a una explicación hecha por otro ser humano.

Y es entre avenidas y aceras humeantes por el choque de los rayos solares sobre el asfalto, donde dicho hombre y dicha mujer se cruzarían sin notarse uno al otro, como si aquella ciudad no quisiera que se conocieran de ninguna forma, pero la fuerza de atracción que rige los sentimientos humanos logra atravesar el efímero significado de aquello que se denomina destino y no tardarían mucho tiempo en cruzar sus miradas, sólo un par de horas eran suficientes para romper la primera barrera, la del miedo. 

Cuantas veces en nuestra vida hemos dejado de conocer personas por miedo a ser rechazados sin compasión, pero sin embargo, la confianza con la que realizamos nuestras labores se ve reflejada en lo que perciben los demás, así que sin muchos motivos, la única forma de superar esto, es lanzarse al vacío sin pensarlo, en un intervalo de nano segundo en que debes tener un paso hacía adelante, olvidarás que existe una sensación llamada miedo. Y de esa sensación carecían nuestros personajes, que al cruzarse sabían que intercambiarían entre ellos la confianza y pasión que cubrían sus cuerpos, no fueron necesarias conversaciones intelectuales sobre Freud o Huxley para llegar a conocerse, solo los sucesos de la vida que los habían arrastrados a ese momento eran la mejor explicación para saber todo uno del otro. Dando paso a las risas y a las cervezas, la diversión se hizo presente, y cómo si fueran amigos de mil batallas, historias más personales se iban contando, dando paso a la picaresca segunda barrera, la de la seducción, aquella en la que olvidamos que somos seres racionales a los cuales se les ha entregado una mente para usarla en los momentos en los que nuestro cuerpo quieren cumplir sus deseos de supervivencia. Y en la que las personas suelen comportarse como cavernícolas. En esta barrera es en la que se debe ser más creativo, dar rienda a aquello que consideres correcto.

Una vez nuestros protagonistas lograron captar el marco de la seducción, sólo les quedaba superar pocas barreras, una de ellas, la del sexo, aquella en la que manchamos y somos manchados, una batalla entre pureza y oscuridad, que al combinarse forman el cuerpo de la lujuria. Y estos dos personajes solo aspiraban a que esa unión se hiciera realidad, no les importaba quien los veía o aquellos que escucharan, si era en una cama o en un sofá. querían mezclarse, querían sentirse amados y deseados, querían olvidarse de la vida y dejar que solo la lujuria los controlará, así entre cuerpos sudados hicieron realidad un baile rítmico de espasmos como sí de un solo de ballet se tratará, acoplándose de forma perfecta en un inefable ser. 

La siguiente barrera, tiene contradictorios y personas a favor, aquellos que dejan sus pasiones en una noche, y aquellos que quieren continuar escribiendo historias. Pero está última no se derrumba por un solo ente, debe ser traspasada con la fuerza de dos corazones y el latido de dos manos. Ella, llamada Jessica, decidió cruzarla y él la siguió con fuerza, pero cuando crees haber superado todas las barreras, siempre se levanta una por el motivo que la indecisa vida decida, esta vez, una de las más duras de agrietar, la barrera de la distancia, se interpuso en esta historia, aquella en la que depende de una sola parte tomar el riesgo de perseguir a la otra parte. 

Amigo mío, sin alguna vez llegas a este punto, sólo toma mi primer consejo y haz lo mismo que con la primera barrera. Recuerda, solo tiene un nano segundo. 

sábado, 31 de marzo de 2018

Susanna

Me costó demasiado tiempo contar esta historia, desde mucho tiempo atrás no encontraba las palabras para describir las cosas que rodeaban mi vida, no era más que un sin sentido consentido por la creencia de mi débil corazón hacía las efímeras visiones del futuro idílico, estaba encerrado en un caparazón que no paraba de girar alrededor de un espiral abaratado por púas del más duro material existente, dando vueltas y vueltas sin poder descansar o siquiera suspirar. El alcohol en mi venas era como una fuente nociva de destellos de vida, en la cual fluían mis miedos, caían en forma de alegrías y mojaban mi interior convertidas en tristezas, traspasando mis más puros sentimientos y convirtiéndolos en la nada, si, así, sin más, la nada. 

Dos años habían pasado desde la última vez que había tomado pluma y papel para plasmar sentimientos, emociones e ideas sobre el horizonte imaginario de las hojas en blanco. Mi vida había tomado el rumbo de vida que siempre soñé desde que era un niño, en el que idealizado por lograrlo, sacrifiqué años de juventud, aventuras descontroladas y amores perfectos; tarde comprendí que cuando recorres el camino sin atajos, ves cuan lejos e imperfecta es la cima por la cual has dejando tu todo. 
Y así, después de batallar con mis ángeles y demonios, decidí parar la guerra en mi interior con el fin de volver a empezar, de regresar al punto donde todo cambió, al lugar donde todo inició y a las personas que dieron todo por mi, algo así como cambiar el destino de las cartas. Pero al volver yo era tan distinto a como me fui, el lugar se había corrompido con el paso de los años, las personas se habían ido sin el más mínimo pensamiento de regresar; pero de eso se trataba iniciar una nueva vida, de tomar las piezas que te lanza el universo y unirlas en un intento de mejorarte a ti, al espacio que te rodea y a las personas que llegan a tu vida. 


Así transcurrieron los tres primeros días de mi regreso, aprendiendo de los cambios de mi entorno, de mis vivencias pasadas, de las historias de vida de las personas que iba conociendo, o de los amigos que me volvía a encontrar. Pero llegó el cuarto día, uno de aquellos que por más que intentes permanecerá en tu memoria, corazón y alma por el resto de las horas que sigas respirando, porque no se convierte en recuerdo, sino un evento tangible que puedes tocar cada vez que lo necesites. Era una noche de navidad en la cual pensaba descansar de mis memorias por algunas horas, pero en un impulso lleno de entusiasmo como si se tratara de una predicción metafísica me dió el empujon para salir a devorar nuevas experiencias, no tardé más de 2 minutos en ordenar una reunión de copas. Era una noche tranquila entre risas remembranzas, aunque todo cambio cuando por la puerta entró la protagonista de esta historia.


Ella, de cabello castaño ondulado, de labios delgados y largos, una nariz respingada casi perfecta, cejas tan curvas y contorneadas como si demarcaran la proporción áurea, y sus ojos tan impecables daban definición a la profundidad del mar, un tono tan verde como la sagrada naturaleza y a la vez te envolvían en la humedad de su lluvia de lágrimas. Sabía disimularlo muy bien, pero para mi era fácil reconocer la tristeza oculta en el carácter de las mujeres fuertes, después de todo había visto llorar a muchas de ellas frente a mi, sin poderles si quiera decir ¡Ánimo!; Este no iba a ser otro de esos casos, no iba a ignorar otra vez lo importante, ya que no era parte de la nueva persona en la que me estaba convirtiendo y sin importar lo que me costara, conquistaría su sonrisa. Y para lograr aquello que hiciera desmoronar su dolor, muchas horas de baile fueron necesarias, hacer de tonto bailando ritmos caribeños como si de un concurso profesional se tratara, de conversaciones profundas en las que me ignoraba y de enseñarle la delicadeza poco acostumbrada. Y si, logré una sonrisa, una de piedad, de esas que regalas en forma de agradecimiento por intentarlo, no me mostró nada más de ella, no quiso hacerlo y de esa noche solo con su aroma me quedé. 


Pocos días después concreté un espacio de reunión para celebrar mi fiesta de cumpleaños, ella era una invitada más entre las personas aglomeradas, me hacía añoranza verla, ya que quería saber si aún se encontraba devastada, pero para mi sorpresa, la razón de su tristeza la acompañaba esa noche y juntos vestían el traje de la felicidad, un hecho que no me molestó, estaba  tan acostumbrado a no demostrar ningún tipo de reacción antes las situaciones de la vida, pero en pocos minutos sospeché que tras ese disfraz se ocultaba algo, no tardaría mucho es descubrir las razones.


Desde esa noche perdí todo contacto con ella, de mi cabeza se había desvanecido ya, y así llegó un nuevo año, uno lleno de aventuras, actividades y viajes que me mantenían ocupado aprendiendo de lo desconocido y disfrutando de la tranquilidad de mis pasos. Había dejado el vicio empedernido del alcohol, los trasnochos innecesarios y mis demonios empezaban a calmarse. Estaba centrado en recuperar el tiempo en familia, las risas con los viejos amigos y de ayudar a todo el que me necesitara. De vez en cuando tomaba las noches por los cuernos y me reunía con amigos a la par que una simple botella de agua era lo único que calmaba mi sed. Una de esas noches, de esas en las que no esperas que nada extraordinario suceda, ella volvió a aparecer... y por primera vez pude ver su verdadero rostro, uno sin ataduras, con la incesante luz de su sonrisa mientras celebraba el alba de sus grandes ojos verdes. 


La noche era tranquila entre amigos, los ritmos de la salsa hacían que todos se levantaran a bailar, hasta que el sonido de los bombos y las trompetas al fin nos invitó a la pista para hacer alarde de nuestra destreza, o más bien de la de ella -Si, bailaba muy bien-, al verla lo único que pensé era en lo idiota que debí haber parecido las noches anteriores al intentar enseñarle a bailar, yo no era un fiel idílico de la salsa, pero entre mis torpes pasos, al menos lo intentaba, sin embargo ella rosaba lo profesional, sus movimientos eran estudiados, sabía perfectamente que paso hacer en cada compás, sabía contar la música con sus oídos y respirar el ritmo con sus manos. Era una persona completamente distinta esa noche, era su verdadero ser, su favorito, mi favorito. 


Después de bailar, hablamos de la vida, de nuestras experiencias, de nuestro presente y de nuestros ideales, nos conocimos tan bien que a la vez no sabíamos en realidad nada del otro, pero inmersos entre palabras empezó el espiral de atracción, que acompañados de un tequila sellaron en un beso el idílico momento, no terminaría ahí, para darle una continuación a esta historia, antes de dejarla en su casa, le di mi gorra favorita, que por caprichos de lo desconocido portaba aquella noche, con la única condición que debía devolvérmela la próxima vez que nos encontráramos, una excusa perfecta para volver a verla, aún no sé como se me ocurrió, pero no sería la primera vez que la sorprendiera con detalles de ese estilo. 


Así, la siguiente vez que nos vimos coincidía con la despedida de una amiga en común, era una buena ocasión para celebrar y había preparado un pequeño detalle que finalmente me iba dar la oportunidad de obtener una sonrisa sincera de su parte, aquello que más ilusión me hacía en ella. Cuando finalmente nos encontramos, ella vestía mi gorra junto con un corto vestido negro, no necesitaba más para verse increíble, y como lo prometió, me entregó aquello que me pertenecía y desde ese momento casi no nos separamos en toda la noche, hasta que esperé el momento preciso para darle aquel detalle que tenía guardado, al entregárselo su rostro lleno sorpresa fue gracioso para mi, pero rápidamente entendió de que se trataba, y sí, por primera vez vi aquella sonrisa que tanto buscaba en ella, una inexplicable, una de esas que no sabes de dónde sale, de sí tu cabeza, corazón o de tu alma. 


Más tarde aquel momento se vería arruinado por la aparición de un sujeto que le recordaría las penas y la prisión de sus días pasados. La vi llorar, y como en el pasado no hice nada, fui un cobarde. Aquel mismo sujeto más tarde y sin la presencia de nadie, me contaría sin preguntarle los sucesos que provocaron las lágrimas aquella noche de navidad y la tristeza de su corazón en los días posteriores, confirmando así mis sospechas. Ella nunca se enteraría de que yo sabía las situaciones por las que tuvo que pasar y a menos que lea este escrito, seguirá sin saberlo. 


Con eso en mente, mi propósito de mejorar sus días se convertía en una misión, una de esas que solo haces por aquellos que te importan, por aquellos que por alguna razón que no sabes, llegas a querer. Ella no había curado las heridas de su corazón y tardaría un tiempo en darme la oportunidad de volverla a ver. Muchas cosas pasaron en ese tiempo muerto, algunas aventuras y momentos que se quedaron en el olvido de las mentas inteligentes. No éramos la prioridad del otro, ni sentíamos una necesidad profunda por vernos, los dos sabíamos muy bien de que éramos capaces y de las cosas que podríamos llegar a hacer, éramos consientes de todos nuestros movimientos. 


Y así llegamos a la fecha de su cumpleaños, al fin había una razón para que me diera la oportunidad de volver a encontrarme con ella, al final de cuentas ella siempre manejó todas las situaciones a su antojo, tal vez por miedo, tal vez por indecisión o tal vez por las dos. Tres días de celebración continúo fue el resultado de su fiesta de celebración, tres días extraños para los dos, pues habíamos perdido la conexión que alguna vez existió, tanto ella como yo teníamos la mente en otro sitio, volvíamos a ser dos desconocidos, de esos que chocan miradas en los lugares más intrínsecos buscando conocerse entre la imaginación desaforada pero que no se atrevían a conocerse el uno al otro. 


A los pocos días me fui en busca de aventuras dentro de un viaje que duraría algunas semanas, me esperaban destinos alejados y difíciles de encontrar, donde la belleza y el silencio de la naturaleza calmarían la sed de un corazón afable. A la par, decidía por fin ir más allá de lo conocido, con el único fin de explorar nuevas culturas y de compartir nuevas experiencias aún inexplicables para la realidad, así, compré un billete de ida a lo desconocido, menos de un mes me quedaba en aquella ciudad que ya empezaba a hacerse conocida, con aquellos amigos que nunca dejaron de serlo y con la familia que me volvió a abrazar. Durante todo ese tiempo y de los pocos que me quedaban, no la ví, me era tan esquiva, como si me ocultara algo que no se atrevía a contarme. 


Y así, el mejor amigo que alguna vez llegué a tener, movió sus manecillas y adelantó el tiempo en un chasquido insoluble, mi tiempo estaba pronto a terminarse; pero a pesar de la rapidez de los días siempre encontraba minutos para pensar en ella; Las efímeras noches sin estrellas o la mirada profunda de otra mujer me recordaban su sonrisa más sincera, después de todo aún tenía un compromiso conmigo mismo que no había cumplido, no podía escapar de él, y en mi cabeza solo quería que aquellos últimos días quedaran en nuestras memorias futuras para ser contadas como días felices. 


Una cena, eso fue todo lo que le pedí, y aunque tardó un buen tiempo en aceptar aquella invitación, cuando al fin la volví a ver, recordé aquel primer momento, aquella primera impresión, nuevamente la tristeza era mayor a su belleza, trataba de ocultarla como solo ella sabía hacerlo y como si se tratara de aquella primera noche, volví a conocerla, pero está vez podía sentir su confianza y la verdad en sus palabras. Yo solo podía escucharla atentamente y cuando me daba espacio, acompañaba sus pausas con palabras sinceras que le inspiraban a sentirse mejor. Esa noche, una en la que se cumplían 2 meses de conocernos, una de luna roja, no podía terminar en una cena, aún debía sacarle unas sonrisas sincera, de esas que me acercaron a ella; para ello, bailar era la respuesta. 


No puedo describir correctamente los demás momentos de esa noche, los detalles son tantos y a la vez tan sinceros que solo deberían quedar en lo más profundo de nuestras memorias. Solo puedo decirles que nuestra historia no terminó esa noche, durante los dos siguiente días, estuvimos más juntos que separados, sabiendo que pronto la distancia se interpondría, al final como si se tratará de tres puntos continuos todo iba a quedar en el suspenso de una continuación, no sé si volveré a verla, o si la podré abrazar entre mis pensamientos, pero aún mi corazón cree en lo imposible. 


Susanna, la razón de este escrito, no llegó a mi vida para cambiarla, ni mucho menos para amarme, llegó para ser esa pequeña razón que te impulsa a ser mejor. Ella, una fuerte brisa marina que te descontrola y te empuja, pero que cuando deja de golpear tu cuerpo es cuanto más añoras que vuelva para que una vez más te haga sentir que estás vivo. Vino y se fue en un parpadeo perpetuo. Nunca le pertenecí ni consideré jamas que ella era mía, éramos fantasmas perdidos tratando de encontrar nuestros cuerpos. Una chica linda de Finlandia que me volveré a cruzar en el paraíso de lo inesperado, tal vez para entonces podamos entregar todo uno del otro sin ataduras y sin miedos. 


Por el momento, Kiitos... 


lunes, 19 de marzo de 2018

Minna

Las almas intrépidas siempre encuentran en desesperados días, aventuras inefables que solo se disfrutan una vez, para luego ser parte de la historia de vida de sus protagonistas. Esta historia incluye 2 personajes que nunca pensaron que un cruce longevo de una mirada, les trasmitiría todos los sucesos que iban a vivir en una noche de infinitas estrellas. 

Todo empieza con una tranquila mañana sin reflejo de admiración, con la sed de la normalidad de los días, la humedad inocente del amanecer y el aborrecer de los días que empiezan temprano. Es aquí donde nuestro primer protagonista -él- empieza sin afán de locura a cumplir con sus tareas y compromisos del día, gastando su tiempo en cosas que para él parecen importantes pero que para la vida pasan desapercibidas. Entre las obligaciones a realizar, una destacaba sobre las demás, era una reunión importante ya que debía despedirse de una persona que había diambulado en su vida durante los últimos días. Como buen hombre puntual, llegó a recoger a la persona en cuestión al lugar donde residía, sin embargo se antepuso varios minutos a la hora señalada, por lo tanto se le invito a pasar a la residencia y esperar. 

A la par de esta acción, nuestra segunda protagonista -ella-, se encuentra saboreando la dulce sazón de la cocina local, sin pensamientos de extravagancia, locura o negatividad, simplemente dedicada a disfrutar, todo iba de acuerdo a la tranquilidad de sus idealizados días hasta que es interrumpida por una conocida para invitarla a conocer a un desconocido que venía de la nada. Bajo la obligación de saludar y así mantener la decencia que nos inculca la sociedad, subió la mirada y antes de poder decir una palabra el cruce de una mirada se dio, fue casi automático, como si el inconsciente supiera el futuro cercano o hubiera barajado las cartas del destino. 

En este punto nuestros protagonistas conocieron uno del otro su personalidad y forma de actuar, despertando en cada uno sus más olvidadas pasiones. Ese instante no fue el comienzo de un fragmento de vida, pareció más bien como el continuar de cuentos convertidos en obsesiones. 

Con los suficientes fragmento de las agujas del reloj, el tiempo de espera llegó a su fin, y nuestro protagonista -él- debía cumplir su compromiso, no le molestaba irse, porque en su cabeza ya había planeado volver a aquel lugar. 

Fue así como después de algunas horas nuestra protagonista -ella- fue de nuevo interrumpida por una voz aparentemente desconocida, pero que ya era más que familiar para su corazón, se trataba de aquel desconocido, cuyo nombre había olvidado en el mismo momento en el que lo escuchó por primera vez. Al verlo nuevamente a los ojos, su cabeza empezó a generar tantos pensamientos, como si tratara de descifrar alguna formula matemática que le diera respuesta a sus sentimientos y deseos, pero al final se encontró con una cuestión metafísica, algo tan imponente y fuerte que no podía explicar, solo le restó hablar como si de un enemigo se tratara, intentando negar aquellos impulsos que recorrían desde la más pequeña vena de su cuerpo hasta la más importante artería. 

Nuestro protagonista -él- preparado desde el momento que salió del lugar de los hechos, mostró la seguridad de aquel que no le teme los rechazos, ni a los golpes que la vida les proporciona a los soñadores. Tan solo en su cabeza tenía la idea de transformar las esperanzas e ilusiones en la realidad tangible que solo proporciona el universo en sus desdichados momentos de agonía. Nunca titubeó ninguna palabra lanzada por aquella mujer, siempre respondió con la sinceridad de su sobria cabeza. Y solo hasta el final de las horas, pudo ver vestigios de confianza bajo una primera sonrisa de sensualidad, comparada a las rosas rojas bañadas en el rocío de las mañanas lluviosas. 

Las horas transcurrieron en un cumulo espacio temporal de emociones, leguaje corporal, juegos mentales y desafíos físicos, que llegaron a su fin en la inmensidad de la noche estrellada. Nuestros protagonistas habían vencido el miedo a la incertidumbre que sintieron al mirarse por primera vez, levantaron juntos la confianza que solo se logra después de compartir toda una vida y sellaron en un apretón de manos la unión del deseo de los cuerpos con la inteligencia de sus pensamientos. 

El ruidoso mar, la suave arena y un afortunado bote fueron los testigos de la unión de dos cuerpos; la cama del hotel fue el espacio donde el desenfreno hizo presencia, y los segundos finales antes de decir adiós la única pizca de amor en esta historia. Minna, es el nombre de nuestra protagonista, su nacionalidad finlandesa, ojos del color verano su mayor atributo, y su inteligencia un verdadero placer. 

domingo, 11 de marzo de 2018

Anna

Era una noche especial para las personas que me rodeaban, una celebración de despedida por aquellas personas a las que el destino preparó aventuras y emociones en lugares lejanos, el bar, la amistad y todo el barullo se quedaban en el espectro del olvido al no ser el centro de importancia, debido a una mujer que logró captar la atención de varios de los que se encontraban en el lugar, era espléndida, de ojos marrones, cabellos tan rizados que era imposible no halagarlos y labios tan gruesos pero delicados a los que cualquiera dejaría adicto de un roce.

Me acerqué a ella al ver la torpeza de sus pies al tratar de seguir los ritmos latinos de la noche, intenté  encontrar su ritmo y su sentir mientras delineaba en su cintura la suavidad de los tambores, cada vez era más perfecta la armonía de sus pasos en combinación con los míos y para ello, las sonrisas fueron el plato fuerte, siempre hablándole al oído sin mantener silencios extendidos, con la simple finalidad centrarnos en nosotros, olvidar nuestro alrededor en una sinfonía de alegría y bailes.

La fuerza de la música y de atracción creada por el movimiento de los cuerpos, hicieron de una mirada y de un corto beso el comienzo de una noche que se extendería hasta la luz del día en un intercambio de conocimiento, abrazos, pasión y de efímero cariño. El iluminar del alba sería la habitación que guardaría todos los secretos y momentos de aquella inesperada reunión entre dos personas sin destino aparente de conocerse, y a su lado, el sonido de las olas se llevaría consigo todas las palabras intercambiadas. 

No sería la última vez que nos encontraríamos, ella era un alma salvaje en busca de emociones y experiencias, yo era un empedernido de la diversión que siempre anhela encontrar en las suaves y tersas manos de las mujeres una historia para el resto de mi vida y tan solo con eso, yo era feliz. 

Su nombre era Anna, su nacionalidad americana, su sonrisa de otro planeta y sus besos en mi cuello lo que más recuerdo.


martes, 8 de noviembre de 2016

Mirada de un ayer

No me mires como aquel incesante ocaso de desierto, 
mírame con ese afán de anhelo al que me tienes acostumbrado.

Como aquel niño de uñas negras y pies descalzos, 
el cual no conoce las desventuras, pero si la magia de los sueños. 

No me mires con la sed efímera del deseo, 
mírame bajo las cobardes miradas del adulterio.

Como aquel que pierde algo valioso en el afán de crecer, 
pero empieza a encontrar el valor de su ser.

No me mires con sonrisas sonrojadas que esconden el dolor, 
mírame bajo la constante incertidumbre del amor. 

jueves, 23 de abril de 2015

2. Sin lugar en el mundo

Y aquí estoy, mirando alrededor, como si fuera mi último suspiro; sentado, mientras fumo un cigarrillo como si no hubiera futuro y hablando conmigo mismo como si fuera un vagabundo y es que aunque siempre trato de encubrirlo, sé que ya estoy perdido. Tras tanto tiempo intentando emerger y entender esta nueva sociedad, me parece que ya me he rendido sin luchar y por ello me siento como un cobarde por escaparme sin mirar atrás, ni decir adiós. Y ahora mi vida pertenece a está banca en la cual estoy sentado.

Sé que puedo morir en cualquier momento, dada la tibia fragilidad con la que vivo los días que me quedan, y es que ya no me baño ni me visto raro, tan solo me quedo aquí sentado, pensando cómo hubiera sido mi vida si hubiera vivido mi juventud hace 10 años. Una vida sin horarios que te encadenan, sin pagar facturas cada día, sin ver publicidad hasta en el baño, y antes que el Internet se convirtiera en otro medio de comunicación, cuando aún era libre. Sin embargo, gasté mi juventud en el peor mundo de todos; y es que mientras mi garganta pedía vivir de otra manera y mi alma suplicaba vibrar de diferente forma, yo solo me dediqué a desmontar toda la antigua publicidad impresa, tarde y noche, sin descansar y es que ya no había lugar para ellas, como hoy ya no hay lugar para mí en esta sociedad.

Triste estoy, sin compañía, sin esperanzas, mirando aquello por lo que vivía y que hoy ya es escaso. Tan sólo estoy aquí sentado, en este viejo paradero de bus, observando la última gota de felicidad que llega a mi vida, y es esa vieja publicidad de Coca-Cola, la cual me recuerda cada día mi desafortunada vida, pero a la vez, me da una pequeña esperanza, ya que me permite imaginar como hubiera sido mi vida fuera de los años 20.

Y tal vez hoy me siento un ruiseñor, al que le asusta la noche, pero que ama las pequeñas y dulces luces que revoletean en el cielo, pero que a su vez me recuerdan en cada instante que soy vecino de la muerte, espectro de mil formas a las cuales les quiero regalar mi corazón, para ya no vivir en esta vida sin sentido y sin realidad, pero ¿cuándo dejará de fluir en mí tanta vida?, ¿cuándo cesará de clavarse esta estalactita en mi cabeza?, ¿cuándo desaparecerá este ser lleno de remordimiento y odio?, pero, aún la vida me quiere consigo, tal vez por eso puso frente a mí esa escasa pieza de publicidad y me dejó escapar de todo el mundo alocado en el que vivía, crudo, sin realidad, pero muy digital.

Mientras veo pasar la vida, paso por mil estados diferentes, pero al final del día todo resulta efímero, y únicamente me quedan estos pensamientos que tratan de enloquecerme y de los que no puedo llegar a huir; si tan sólo saltar al vacío resultara fácil para mí, si tan sólo la publicidad no me hubiera traído a este punto, si tan solo hubiera podido seguir viviendo en el sudor de sus pechos, sin tan solo hubiera hecho algo para cambiar el mundo, no estaría debatiéndome entre pensamientos, desesperación y muerte. Y es ese punto cuando ya todo pierde sentido, como la publicidad y políticos de mi época, y es entonces cuando me vuelvo a perder entre mis pensamientos, mientras observo la palabra felicidad de ese aviso.

Mi cigarro ya ha acabado, mis pensamientos pronto cambiarán de perspectiva y mientras aún sueño con ser etéreo, imagino un mundo blanco, donde no te venden zapatos de cualquier forma y en cualquier lugar, donde ser feliz no conlleva ninguna responsabilidad y donde no hay armas que destruyan al ser humano. 


Un lugar perfecto, inefable, alejado de todo y de todos y donde al fin pueda dejar de pensar.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Relato de un reencuentro.

Tenía nervios de entrar a aquel lugar, había esperado todo un día para poder verla, algo en mí decía que debía decirle durante el poco tiempo que iba a estar con ella lo hermosa que se veía, aún así, sabía que no iba a poder decírselo dado que me vuelvo un idiota cuando me mira sin decir nada, sin embargo, decidí ignorar todo lo que pasaba por mi cabeza en aquel momento. Ella estaba ahí tan lucida y perfecta, tan hermosa y sencilla, su cabello de mil colores dejaban ver lo extrovertida que era, pero sus ojos transmitían que algo no iba bien, ella mi dio un abrazo mientras yo suavemente tocaba su cintura con mis frías manos llenas de nerviosismo, fue un momento perfecto que jamás olvidaré.

Mientras más me acostumbraba a su presencia, más intentaba no mirarla, cuanto más me hablaba más estupideces decía, cuanto más me tocaba, más inmóvil quedaba y de esa forma transcurrió el mayor tiempo con ella, para mi era difícil sacarle una sonrisa, era difícil volver a abrazarla, era difícil tocar su suave rostro, era difícil entenderla, pero era fácil tenerla a mi lado, y tan sólo con eso, yo era feliz.


Ella estaba triste, y lo sabía, así como sabía que hay veces en que la tristeza no se supera sino cuando estás solo y ella debía estar sola. Dejé de insistir como lo hacen los cobardes, debido a que no podía imaginar lo que pasaba por su cabeza; tal vez fui un cobarde, tal vez demasiado listo, lo único seguro es que ella siempre manejó la situación a su interés y yo seguí el juego, perdiendo en la última jugada. 


Gustavo Trujillo Mattos


Esta es un historia ficticia, los hechos que se 
Narran son invención del autor, cualquier 

Parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 22 de febrero de 2015

1. El delirio de Morgane

Morgane recordaría esas últimas tres semanas en Colombia y en compañía de Gustavo Trujillo como se recuerdan los días de infancia, una niebla de imágenes de las cuales no distingues las realidad de la fantasía. Su regreso a la rutina la atormentaba, pero sabía que los momentos que vivió en Colombia con Gustavo la calmarían; sabía perfectamente que él la iba a estar esperando en el lugar en el que se vieron por primera vez.

Era el comienzo de la primera semana, 30 de diciembre, ocho y media de la noche, una nueva camada de extranjeros acababan de llegar de todas partes del mundo a las calles de Taganga, un pequeño pueblo a la orilla del mar en Colombia. Era una noche fresca, de fuerte brisa, pero perfecta para disfrutar de una cerveza en la playa; Morgane sabía que esa noche iba a disfrutarla como nunca, así que se puso un vestido blanco y muy corto, tanto, que al contacto con la brisa dejaba ver toda la belleza que se suele esconder, tomó su bolso y salió en compañía de su amiga de viaje; en ese momento empezó a recorrer las rústicas calles de ese pequeño pueblo frente al mar, cuando menos lo pensó, ya eran las doce y media de la noche. Morgane se dirigió a un bar, el cual tenía la mejor vista de todo el pueblo, El Mirador, y fue entonces cuando a la luz de la luna empezó a bailar, aprovechando el ruido, sacó de su bolso un pequeño tubo, que llevaba por dentro un polvo blanco, pero que por la agitación de la gente dejo caer.

Morgane sabía que debía encontrar su pequeña reliquia antes de que otro lo hiciera, fue así como de frente llegó Gustavo, al verlo, Morgane sintió una ráfaga que recorrió todo su cuerpo, Gustavo le entrego su pequeña reliquia. <<Si necesitas más yo puedo conseguírtela>>, dijo Gustavo, mientras la miraba fijamente. Morgane dio la espalda rápidamente, pero sonrió, mientras se alejaba tímidamente; ella sabía que lo iba a ver de nuevo, pronto, más pronto de lo que ella pensaba.

Al día siguiente, Morgane se dirigió a su plan principal del viaje, el buceo, para sorpresa, su instructor de buceo era el hombre que había conocido por un instante, pero que no podía sacar de su cabeza.  <<¿Cuál es tu nombre?>>, preguntó Gustavo. <<Morgane>> dijo tímidamente ella. Gustavo la miró a los ojos y puso su mano en aquella mejilla tan blanca como la nieve. Y luego le peguntó a ella. <<¿Porqué consumes cocaína?>>, ella quedó atónita.

Más tarde, cuando el atardecer empezaba a dejar ver su belleza, Gustavo, invitó a cenar a Morgane, ella aceptó, pero antes respondió en el limitado español que sabía la pregunta que Gustavo le hizo esa mañana. <<Me gusta lo que me hace sentir>> dijo. Él se limitó a devolverle una sonrisa, sin embargo ella volvió a hablar, <<sobre lo de anoche, Prends-moi où je peux obtenir de la cocaïne >>. Y así fue, Gustavo llevó a Morgane a un sitio, donde iba a conseguir lo que él le prometió; él le expreso que ya había hablado con el dueño y que por lo tanto no se tenía que preocupar, él se quedó afuera esperando, ella entró, pero casi no sale de ese lugar; Gustavo esperó por alrededor de 20 minutos, pero cuando la noche ya se apoderó del día, preocupado y cansado, se dirigió a la entrada de aquel lugar, al abrir la puerta, ahí la vio entre ese mar de drogas de todos tipos, tan indefensa, tan débil, tan indecisa, pero estaba intacta, era la primera vez que entraba a ese lugar, pero no sería la última.

Gustavo cansado de esperar a que Morgane escogiera su tipo de cocaína, le dijo, <<Morgane, estoy un poco cansado, decídete rápido, ya me quiero ir de este lugar>>, a lo que Morgane respondió <<Ayúdame a escoger>>. Lo que Morgane no sabía era que Gustavo jamás había consumido ningún tipo de droga en toda su vida, aún así, sabía demasiado sobre ellas, dado las situaciones en las que llevaba su vida y por el entorno en el que nació. <<Cocaína lavada>> respondió. Gustavo no vaciló en su respuesta, sabía que esa era la mejor para consumir; ella confió en él y después de una larga espera al fin salieron. Gustavo jamás regreso a ese lugar en compañía de Morgane para comprar el preciado polvo, fue lo único que odiaba de ella, su indecisión a la hora de comprar.

Ya se acercaba el fin de año, Morgane sabía que iba a pasar esa noche en compañía de Gustavo y buena cocaína; Gustavo sabía que iba a pasar esa noche con Morgane y un buen sexo. Ambos sabían que no olvidarían esa noche, la mejor de toda su vida. En el mirador Gustavo compartía cervezas con Morgane, mientras ella solo bailaba, no tenía que ir a comprar nada, no tenía de que preocuparse, estaba en el mejor momento de su viaje, ella sentía que era el día más feliz de su vida, se sentía todopoderosa, estaba excitada. Gustavo sabía que debía actuar rápido y sin miedo, así que tomó a Morgane de la cintura con su mano izquierda, mientras alejaba sus cabellos de color oro de su pálido rostro, miró sus labios tan lucidos y hermosos, y con un beso, selló la pasión que habían sentido desde la primera vez que se vieron. Gustavo tomó de la mano a Morgane, la llevó lejos del ruido de la música, incluso más allá, la llevó a la habitación del hotel. Ella tomó la iniciativa, se desnudo rápidamente, su piel pálida la hacía parecer un ángel, él solo pudo pensar en lo hermosa que se veía; Gustavo con el dedo índice de su mano derecha tocó el labio inferior de ella, mientras suavemente con su mano izquierda, acariciaba todo su cuerpo, no la besó, tan solo la excitó. Ella esnifó de la cocaína que había comprado y se encargó del resto; Eran dos amantes, uno tan fuerte, otra tan débil; él era Zeus y ella afrodita, él era chico que regala flores y ella la chica guapa que las recibe, él lucia como un demonio pero era un ángel, ella lucia como un ángel pero era un demonio. 

<<¿Puedes con más?>> preguntó Morgane. <<Hagámoslo de nuevo>> respondió Gustavo. Morgane tomó los últimos gramos de la cocaína que había comprado, lo puso en medio de sus hermosos senos, no tenía que decir nada, Gustavo ya sabía lo que tenía que hacer, ella ya había comprado toda su alma, su sexo y su pensamiento y él tan solo quería estar con ella. Morgane sabía que Gustavo era el mejor sexo de su vida. - jamás supo que fue ella la que incitó a su amado a las drogas -.

Venideros días de locura y desenfreno ocurrieron después de esa noche, excesos y sexo era lo que rodeaba la vida de Gustavo y Morgane, hasta la fatídica noche. Morgane compró 5 gramos de la nieve que la hacía vivir, la iba a compartir con Gustavo en un pequeño restaurante en el que solían ir a comer; él no llegó a la hora acordada, Morgane se sintió triste, si saber que pasaba, como si una estalactita hubiera atravesado su corazón. Morgane esa noche solo tenía sufrimiento y los gramos suficientes para una sobredosis.

Morgane despertó en el hospital, sin recordar nada de lo que había ocurrido, pero a su lado se encontraba Gustavo. Ella se dio cuenta que el salvó lo que le quedaba de vida, él le dijo lo cerca que estuvo de morir por la sobredosis, y de lo difícil que es atender una situación de esas en un lugar como este de Colombia. <<No consumamos más>> dijo Gustavo para terminar. Morgane sintió mientas estaba acostada en esa cama de hospital un frío recóndito como si la muerte estuviera agarrándola del cuello y no quisiera soltarla, y fue cuando en un momento de lucidez supo que debía seguir las palabras de Gustavo, ella sabía que la cocaína no era necesaria si él estaba con ella. Por primera vez Morgane soltó una lágrima de felicidad, por sentirse completa, por saber todo lo que se puede perder por la droga.  <<No lo haremos>> respondió Morgane.

Morgane debía regresar a su país, allí iba a entrar en rehabilitación, mientras Gustavo debía luchar sin ayuda para no volver a consumir, los dos confiaban en que iban a poder hacerlo. Solo les quedaba una noche y la aprovecharon al máximo, por primera vez en su relación, sintieron que eran ángeles realizando la más pura actividad de la vida, hicieron el amor, con pasión y delicadeza, como si no hubiera un mañana, tan sólo importaban ellos dos.

Morgane jamás volvió a Colombia.


Gustavo Trujillo Mattos


Esta es un historia ficticia, los hechos que se
Narran son invención del autor, cualquier
Parecido con la realidad es mera coincidencia.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sin Nombre 01

Aquella inmensa noche, aquel cielo estrellado y la inconmensurable pero adorada luna,  guardarían uno de los mejores momentos de la efímera juventud de los días pasados. 

A mi lado una intrépida mujer caminaba agotada por todo el ajetreo que presenta la vida; sin embargo aún le quedaban fuerzas para sostener mi mano con vigor. 

Conocía la debilidad de su presente, y llevarla sobre mi espalda no significaba para mi más que un arrebato humorístico; pero para ella yo era el lugar mas adecuado para descansar.

Sobre mi hombro izquierdo agachó su cabeza y en un impulso parecido a un último suspiro de vida, ella se perdió en la fragancia de mi perfume. Por un instante esa mujer se convirtió en lo más valioso.