Tenía nervios de entrar a aquel lugar, había esperado todo un día
para poder verla, algo en mí decía que debía decirle durante el poco tiempo que
iba a estar con ella lo hermosa que se veía, aún así, sabía que no iba a poder
decírselo dado que me vuelvo un idiota cuando me mira sin decir nada, sin
embargo, decidí ignorar todo lo que pasaba por mi cabeza en aquel momento. Ella
estaba ahí tan lucida y perfecta, tan hermosa y sencilla, su cabello de mil
colores dejaban ver lo extrovertida que era, pero sus ojos transmitían que algo
no iba bien, ella mi dio un abrazo mientras yo suavemente tocaba su cintura con
mis frías manos llenas de nerviosismo, fue un momento perfecto que jamás
olvidaré.
Mientras más me acostumbraba a su presencia, más intentaba no
mirarla, cuanto más me hablaba más estupideces decía, cuanto más me tocaba, más
inmóvil quedaba y de esa forma transcurrió el mayor tiempo con ella, para mi
era difícil sacarle una sonrisa, era difícil volver a abrazarla, era difícil
tocar su suave rostro, era difícil entenderla, pero era fácil tenerla a mi
lado, y tan sólo con eso, yo era feliz.
Ella estaba triste, y lo sabía, así como sabía que hay veces en
que la tristeza no se supera sino cuando estás solo y ella debía
estar sola. Dejé de insistir como lo hacen los cobardes, debido a que no podía imaginar lo que pasaba por su
cabeza; tal vez fui un cobarde, tal vez demasiado listo, lo único seguro es que
ella siempre manejó la situación a su interés y yo seguí el juego, perdiendo en la última jugada.
Gustavo Trujillo Mattos
Esta es un historia ficticia, los hechos que se
Narran son invención del autor, cualquier
Parecido con la realidad es mera coincidencia.