jueves, 23 de abril de 2015

2. Sin lugar en el mundo

Y aquí estoy, mirando alrededor, como si fuera mi último suspiro; sentado, mientras fumo un cigarrillo como si no hubiera futuro y hablando conmigo mismo como si fuera un vagabundo y es que aunque siempre trato de encubrirlo, sé que ya estoy perdido. Tras tanto tiempo intentando emerger y entender esta nueva sociedad, me parece que ya me he rendido sin luchar y por ello me siento como un cobarde por escaparme sin mirar atrás, ni decir adiós. Y ahora mi vida pertenece a está banca en la cual estoy sentado.

Sé que puedo morir en cualquier momento, dada la tibia fragilidad con la que vivo los días que me quedan, y es que ya no me baño ni me visto raro, tan solo me quedo aquí sentado, pensando cómo hubiera sido mi vida si hubiera vivido mi juventud hace 10 años. Una vida sin horarios que te encadenan, sin pagar facturas cada día, sin ver publicidad hasta en el baño, y antes que el Internet se convirtiera en otro medio de comunicación, cuando aún era libre. Sin embargo, gasté mi juventud en el peor mundo de todos; y es que mientras mi garganta pedía vivir de otra manera y mi alma suplicaba vibrar de diferente forma, yo solo me dediqué a desmontar toda la antigua publicidad impresa, tarde y noche, sin descansar y es que ya no había lugar para ellas, como hoy ya no hay lugar para mí en esta sociedad.

Triste estoy, sin compañía, sin esperanzas, mirando aquello por lo que vivía y que hoy ya es escaso. Tan sólo estoy aquí sentado, en este viejo paradero de bus, observando la última gota de felicidad que llega a mi vida, y es esa vieja publicidad de Coca-Cola, la cual me recuerda cada día mi desafortunada vida, pero a la vez, me da una pequeña esperanza, ya que me permite imaginar como hubiera sido mi vida fuera de los años 20.

Y tal vez hoy me siento un ruiseñor, al que le asusta la noche, pero que ama las pequeñas y dulces luces que revoletean en el cielo, pero que a su vez me recuerdan en cada instante que soy vecino de la muerte, espectro de mil formas a las cuales les quiero regalar mi corazón, para ya no vivir en esta vida sin sentido y sin realidad, pero ¿cuándo dejará de fluir en mí tanta vida?, ¿cuándo cesará de clavarse esta estalactita en mi cabeza?, ¿cuándo desaparecerá este ser lleno de remordimiento y odio?, pero, aún la vida me quiere consigo, tal vez por eso puso frente a mí esa escasa pieza de publicidad y me dejó escapar de todo el mundo alocado en el que vivía, crudo, sin realidad, pero muy digital.

Mientras veo pasar la vida, paso por mil estados diferentes, pero al final del día todo resulta efímero, y únicamente me quedan estos pensamientos que tratan de enloquecerme y de los que no puedo llegar a huir; si tan sólo saltar al vacío resultara fácil para mí, si tan sólo la publicidad no me hubiera traído a este punto, si tan solo hubiera podido seguir viviendo en el sudor de sus pechos, sin tan solo hubiera hecho algo para cambiar el mundo, no estaría debatiéndome entre pensamientos, desesperación y muerte. Y es ese punto cuando ya todo pierde sentido, como la publicidad y políticos de mi época, y es entonces cuando me vuelvo a perder entre mis pensamientos, mientras observo la palabra felicidad de ese aviso.

Mi cigarro ya ha acabado, mis pensamientos pronto cambiarán de perspectiva y mientras aún sueño con ser etéreo, imagino un mundo blanco, donde no te venden zapatos de cualquier forma y en cualquier lugar, donde ser feliz no conlleva ninguna responsabilidad y donde no hay armas que destruyan al ser humano. 


Un lugar perfecto, inefable, alejado de todo y de todos y donde al fin pueda dejar de pensar.