Era el comienzo de la primera semana, 30 de diciembre, ocho y
media de la noche, una nueva camada de extranjeros acababan de llegar de todas
partes del mundo a las calles de Taganga, un pequeño pueblo a la orilla del mar
en Colombia. Era una noche fresca, de fuerte brisa, pero perfecta para disfrutar
de una cerveza en la playa; Morgane sabía que esa noche iba a disfrutarla como
nunca, así que se puso un vestido blanco y muy corto, tanto, que al contacto
con la brisa dejaba ver toda la belleza que se suele esconder, tomó su bolso y
salió en compañía de su amiga de viaje; en ese momento empezó a recorrer las
rústicas calles de ese pequeño pueblo frente al mar, cuando menos lo pensó, ya
eran las doce y media de la noche. Morgane se dirigió a un bar, el cual tenía
la mejor vista de todo el pueblo, El Mirador, y fue entonces cuando a la luz de
la luna empezó a bailar, aprovechando el ruido, sacó de su bolso un pequeño
tubo, que llevaba por dentro un polvo blanco, pero que por la agitación de la
gente dejo caer.
Morgane sabía que debía encontrar su pequeña reliquia antes de que
otro lo hiciera, fue así como de frente llegó Gustavo, al verlo, Morgane sintió
una ráfaga que recorrió todo su cuerpo, Gustavo le entrego su pequeña reliquia.
<<Si necesitas más yo puedo conseguírtela>>, dijo Gustavo, mientras
la miraba fijamente. Morgane dio la espalda rápidamente, pero sonrió, mientras
se alejaba tímidamente; ella sabía que lo iba a ver de nuevo, pronto, más
pronto de lo que ella pensaba.
Al día siguiente, Morgane se dirigió a su plan principal del
viaje, el buceo, para sorpresa, su instructor de buceo era el hombre que había
conocido por un instante, pero que no podía sacar de su cabeza. <<¿Cuál es tu nombre?>>, preguntó
Gustavo. <<Morgane>> dijo tímidamente ella. Gustavo la miró a los
ojos y puso su mano en aquella mejilla tan blanca como la nieve. Y luego le
peguntó a ella. <<¿Porqué consumes cocaína?>>, ella quedó atónita.
Más tarde, cuando el atardecer empezaba a dejar ver su belleza,
Gustavo, invitó a cenar a Morgane, ella aceptó, pero antes respondió en el
limitado español que sabía la pregunta que Gustavo le hizo esa mañana.
<<Me gusta lo que me hace sentir>> dijo. Él se limitó a devolverle
una sonrisa, sin embargo ella volvió a hablar, <<sobre lo de anoche, Prends-moi
où je peux obtenir de la cocaïne >>. Y así fue, Gustavo llevó a Morgane a
un sitio, donde iba a conseguir lo que él le prometió; él le expreso que ya
había hablado con el dueño y que por lo tanto no se tenía que preocupar, él se
quedó afuera esperando, ella entró, pero casi no sale de ese lugar; Gustavo
esperó por alrededor de 20 minutos, pero cuando la noche ya se apoderó del día,
preocupado y cansado, se dirigió a la entrada de aquel lugar, al abrir la
puerta, ahí la vio entre ese mar de drogas de todos tipos, tan indefensa, tan
débil, tan indecisa, pero estaba intacta, era la primera vez que entraba a ese
lugar, pero no sería la última.
Gustavo cansado de esperar a que Morgane escogiera su tipo de
cocaína, le dijo, <<Morgane, estoy un poco cansado, decídete rápido, ya
me quiero ir de este lugar>>, a lo que Morgane respondió <<Ayúdame
a escoger>>. Lo que Morgane no sabía era que Gustavo jamás había
consumido ningún tipo de droga en toda su vida, aún así, sabía demasiado sobre
ellas, dado las situaciones en las que llevaba su vida y por el entorno en el
que nació. <<Cocaína lavada>> respondió. Gustavo no vaciló en su
respuesta, sabía que esa era la mejor para consumir; ella confió en él y
después de una larga espera al fin salieron. Gustavo jamás regreso a ese lugar
en compañía de Morgane para comprar el preciado polvo, fue lo único que odiaba
de ella, su indecisión a la hora de comprar.
Ya se acercaba el fin de año, Morgane sabía que iba a pasar esa
noche en compañía de Gustavo y buena cocaína; Gustavo sabía que iba a pasar esa
noche con Morgane y un buen sexo. Ambos sabían que no olvidarían esa noche, la
mejor de toda su vida. En el mirador Gustavo compartía cervezas con Morgane,
mientras ella solo bailaba, no tenía que ir a comprar nada, no tenía de que
preocuparse, estaba en el mejor momento de su viaje, ella sentía que era el día
más feliz de su vida, se sentía todopoderosa, estaba excitada. Gustavo sabía
que debía actuar rápido y sin miedo, así que tomó a Morgane de la cintura con
su mano izquierda, mientras alejaba sus cabellos de color oro de su pálido
rostro, miró sus labios tan lucidos y hermosos, y con un beso, selló la pasión
que habían sentido desde la primera vez que se vieron. Gustavo tomó de la mano
a Morgane, la llevó lejos del ruido de la música, incluso más allá, la llevó a
la habitación del hotel. Ella tomó la iniciativa, se desnudo rápidamente, su
piel pálida la hacía parecer un ángel, él solo pudo pensar en lo hermosa que se
veía; Gustavo con el dedo índice de su mano derecha tocó el labio inferior de
ella, mientras suavemente con su mano izquierda, acariciaba todo su cuerpo, no
la besó, tan solo la excitó. Ella esnifó de la cocaína que había comprado y se
encargó del resto; Eran dos amantes, uno tan fuerte, otra tan débil; él era
Zeus y ella afrodita, él era chico que regala flores y ella la chica guapa que
las recibe, él lucia como un demonio pero era un ángel, ella lucia como un
ángel pero era un demonio.
<<¿Puedes con más?>> preguntó Morgane.
<<Hagámoslo de nuevo>> respondió Gustavo. Morgane tomó los últimos
gramos de la cocaína que había comprado, lo puso en medio de sus hermosos
senos, no tenía que decir nada, Gustavo ya sabía lo que tenía que hacer, ella ya
había comprado toda su alma, su sexo y su pensamiento y él tan solo quería
estar con ella. Morgane sabía que Gustavo era el mejor sexo de su vida. - jamás
supo que fue ella la que incitó a su amado a las drogas -.
Venideros días de locura y desenfreno ocurrieron después de esa
noche, excesos y sexo era lo que rodeaba la vida de Gustavo y Morgane, hasta la
fatídica noche. Morgane compró 5 gramos de la nieve que la hacía vivir, la iba a
compartir con Gustavo en un pequeño restaurante en el que solían ir a comer; él
no llegó a la hora acordada, Morgane se
sintió triste, si saber que pasaba, como si una estalactita hubiera atravesado
su corazón. Morgane esa noche solo tenía sufrimiento y los gramos suficientes
para una sobredosis.
Morgane despertó en el hospital, sin recordar nada de lo que había
ocurrido, pero a su lado se encontraba Gustavo. Ella se dio cuenta que el salvó
lo que le quedaba de vida, él le dijo lo cerca que estuvo de morir por la
sobredosis, y de lo difícil que es atender una situación de esas en un lugar
como este de Colombia. <<No consumamos más>> dijo Gustavo para terminar.
Morgane sintió mientas estaba acostada en esa cama de hospital un frío
recóndito como si la muerte estuviera agarrándola del cuello y no quisiera
soltarla, y fue cuando en un momento de lucidez supo que debía seguir las
palabras de Gustavo, ella sabía que la cocaína no era necesaria si él estaba
con ella. Por primera vez Morgane soltó una lágrima de felicidad, por sentirse
completa, por saber todo lo que se puede perder por la droga. <<No lo haremos>> respondió
Morgane.
Morgane debía regresar a su país, allí iba a entrar en
rehabilitación, mientras Gustavo debía luchar sin ayuda para no volver a
consumir, los dos confiaban en que iban a poder hacerlo. Solo les quedaba una
noche y la aprovecharon al máximo, por primera vez en su relación, sintieron
que eran ángeles realizando la más pura actividad de la vida, hicieron el amor,
con pasión y delicadeza, como si no hubiera un mañana, tan sólo importaban
ellos dos.
Morgane jamás volvió a Colombia.
Gustavo Trujillo Mattos
Esta es un historia ficticia, los hechos que se
Narran son invención del autor, cualquier
Parecido con la realidad es mera coincidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario