lunes, 16 de abril de 2018

Jessica

Muchas veces los sucesos más inesperados ocurren en un pestañeo intrépido de la desesperada vida, donde aquellos contados segundos se convierten en historias eternas de esperanzadas almas, y sólo aquellos que saltan al vacío sin una pizca de miedo en su mirar se convierten en orgullosos poseedores de la verdad del mundo, una verdad que solo les pertenece a ellos y que sin importar las tentaciones de lo terrenal sólo deben ser contadas a singularidades que hallan experimentado tal fenómeno. Sí eres un valiente que ha retado lo inesperado y lo común, eres bienvenido a esta historia, un fragmento de pasión real, como sí de un libro se tratara. 

Todo inicia en una ciudad delimitada por la línea ecuatorial, famosa porque todos sus días eran veranos eternos, haciéndola favorita entre las personas del mundo terrenal o incluso por algunos del mundo astral, dicha ciudad poseía un mar de incontables formas, tanto que ninguna ensenada se parecía a la otra, ni en la forma de su arena ni en la profundidad de sus aguas, esta variedad de mares estaban delimitadas por una montaña nevada, que las regaba a diario con la más pura agua dulce, y en combinación con lo salado de los océanos era una experiencia para el paladar que todos añoraban probar. En este lugar es dónde un hombre caminaba a diario sin el afán de las metrópolis, con el único propósito de vivir una vida placentera y recolectar historias eternas que nunca serían contadas. Mientras desde el exterior una mujer con el sueño de explorar lo desconocido, da sus primeras pisadas en la ciudad de la multitud de mares; llena de esperanzas e ilusiones inicia una travesía que la llevará a conocer la verdad del mundo escondido, y entre las notas de sus libros descubrirá que aquello que sus ojos contemplan no se compara a una explicación hecha por otro ser humano.

Y es entre avenidas y aceras humeantes por el choque de los rayos solares sobre el asfalto, donde dicho hombre y dicha mujer se cruzarían sin notarse uno al otro, como si aquella ciudad no quisiera que se conocieran de ninguna forma, pero la fuerza de atracción que rige los sentimientos humanos logra atravesar el efímero significado de aquello que se denomina destino y no tardarían mucho tiempo en cruzar sus miradas, sólo un par de horas eran suficientes para romper la primera barrera, la del miedo. 

Cuantas veces en nuestra vida hemos dejado de conocer personas por miedo a ser rechazados sin compasión, pero sin embargo, la confianza con la que realizamos nuestras labores se ve reflejada en lo que perciben los demás, así que sin muchos motivos, la única forma de superar esto, es lanzarse al vacío sin pensarlo, en un intervalo de nano segundo en que debes tener un paso hacía adelante, olvidarás que existe una sensación llamada miedo. Y de esa sensación carecían nuestros personajes, que al cruzarse sabían que intercambiarían entre ellos la confianza y pasión que cubrían sus cuerpos, no fueron necesarias conversaciones intelectuales sobre Freud o Huxley para llegar a conocerse, solo los sucesos de la vida que los habían arrastrados a ese momento eran la mejor explicación para saber todo uno del otro. Dando paso a las risas y a las cervezas, la diversión se hizo presente, y cómo si fueran amigos de mil batallas, historias más personales se iban contando, dando paso a la picaresca segunda barrera, la de la seducción, aquella en la que olvidamos que somos seres racionales a los cuales se les ha entregado una mente para usarla en los momentos en los que nuestro cuerpo quieren cumplir sus deseos de supervivencia. Y en la que las personas suelen comportarse como cavernícolas. En esta barrera es en la que se debe ser más creativo, dar rienda a aquello que consideres correcto.

Una vez nuestros protagonistas lograron captar el marco de la seducción, sólo les quedaba superar pocas barreras, una de ellas, la del sexo, aquella en la que manchamos y somos manchados, una batalla entre pureza y oscuridad, que al combinarse forman el cuerpo de la lujuria. Y estos dos personajes solo aspiraban a que esa unión se hiciera realidad, no les importaba quien los veía o aquellos que escucharan, si era en una cama o en un sofá. querían mezclarse, querían sentirse amados y deseados, querían olvidarse de la vida y dejar que solo la lujuria los controlará, así entre cuerpos sudados hicieron realidad un baile rítmico de espasmos como sí de un solo de ballet se tratará, acoplándose de forma perfecta en un inefable ser. 

La siguiente barrera, tiene contradictorios y personas a favor, aquellos que dejan sus pasiones en una noche, y aquellos que quieren continuar escribiendo historias. Pero está última no se derrumba por un solo ente, debe ser traspasada con la fuerza de dos corazones y el latido de dos manos. Ella, llamada Jessica, decidió cruzarla y él la siguió con fuerza, pero cuando crees haber superado todas las barreras, siempre se levanta una por el motivo que la indecisa vida decida, esta vez, una de las más duras de agrietar, la barrera de la distancia, se interpuso en esta historia, aquella en la que depende de una sola parte tomar el riesgo de perseguir a la otra parte. 

Amigo mío, sin alguna vez llegas a este punto, sólo toma mi primer consejo y haz lo mismo que con la primera barrera. Recuerda, solo tiene un nano segundo. 

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